16 de febrero de 2010

Algo sobre Mariposas

Abre a medias la puerta y le observa. Sigue ahí, acurrucado en el suelo. Abrazando aquel kimono y con lágrimas en los ojos. Lleve así horas, que le han parecido más largas de lo que han sido en realidad. Se encerró en la habitación para que las niñas no lo vieran llorar, pero a él no había podido engañarlo.

Doumeki no puede entenderlo. Las pocas cosas que sabe sobre mariposas son que cuando la mariposa alza el vuelo es casi imposible que vuelva a ti, y que no se puede evitar terminar necesitando a aquel ser delicado, hermoso y lleno de misterios. Pero es inevitable que la mariposa te deje. Inevitable. Y Watanuki debería saberlo mejor que nadie.

No sabe más sobre las mariposas ni los lazos que ellas crean con las personas, pero conoce a Watanuki como a si mismo. Más incluso de lo que el chico cree conocerse. Así que entiende que el problema de Watanuki es que es tan buena persona, tan amable, tan puro, que termina amando a la gente aunque eso le cause dolor. Como con Kunogi, y también con esa misteriosa mujer que casi lo mata. ¿Había pensado Watanuki en la naturaleza de las mariposas mientras se hacía cada vez más cercano a Yuuko? Seguramente no, o quizás si, pero prefirió no aceptarlo. Suspira. Watanuki tenia que darse cuenta de una cosa.

Aunque todos los demás lo dejen, aunque sus padres no están, aunque Kunogi ya no pueda acercarse a él, aunque la mariposa vuele… Doumeki siempre estará ahí. ¿O ya tal vez ya lo sabe…? Si, ya lo sabe. Lo debió entender luego de que le salvó y le entregó su sangre. Pero han pasado muchas cosas como para pedirle a Watanuki que piense sobre ello.

Doumeki terminó de abrir la puerta y entró a la habitación. Watanuki no tomo conciencia de su presencia hasta que el otro chico lo estrecha entre sus brazos. Doumeki seca sus lágrimas con los dedos, para luego volver a abrazarle. Ha decidido hacer esto no por él, sino por Watanuki. El chico ha estado solo por largas horas, y probablemente se siente igual de solo y perdido por dentro. No existe nadie mejor que Doumeki para alejar los malos espíritus, y está seguro de que Watanuki lo sabe. Además, ellos dos hace mucho que se volvieron parte de lo mismo. Primero los ojos. Luego la sangre. Y ahora ya lo es casi todo.

Watanuki responde al abrazo, casi con desesperación. Doumeki lo siente temblar: a comenzado a llorar de nuevo. No importa. Apoya la cabeza del chico en su hombro, y siente las lágrimas ajenas resbalar por su cuello. La sensación es extraña, nunca lo había tocado de esa forma. En todas las anteriores ocasiones, Watanuki estaba inconciente.

El chico levanta la cabeza y mira a Doumeki a los ojos. Aún algunas lágrimas se resbalan por su rostro, sus mejillas se han pintado de rosa y en su mirada hay algo extraño. Una expresión entre el sufrimiento, la duda y el agradecimiento. Abre la boca con intención de decir algo, pero Doumeki le devuelve una mirada con la que espera hacerle entender que no es necesario. No hace falta dejar poner en palabras algo que está claro hace tanto, tanto tiempo, o al menos así lo siente él. Baja la mirada y hace ademán de levantarse, pero Doumeki lo retiene junto a él, y entonces simplemente se da por vencido.

Toma su rostro entre las manos, y Watanuki se aferra a sus antebrazos. Ha cerrado los ojos. Doumeki junta sus labios con los del chico, sin necesidad de profundizar el beso para volver el momento maravilloso. Las lágrimas de Watanuki no se detienen, pero eso es lo que menos importa, y al mismo tiempo es una de las cosas que lo ata a Doumeki en esos momentos. Dolor.

Aleja su boca por unos segundos, para ver el rostro de Watanuki. Sigue igual, pero ha abierto los ojos. Vuelve a besar sus labios, y en esta ocasión ninguno de los dos cierra los ojos. Y en vez de ser difícil, todo se vuelve maravilloso. Doumeki puede verse. Se ve a si mismo por ese ojo suyo que ahora pertenece a Watanuki. Es un momento importante. Siente sus debilidades, pero también sus fortalezas, y entiende que podrá salir adelante. Ya ha tomado su decisión, y no se arrepiente de ello. Por eso Watanuki nunca se cansará de esperar el regreso de la mariposa. Sus ojos se lo dicen, y él le responde que lo acepta, pero no lo entiende. De todas formas, Doumeki siempre pasará por la tienda desde este momento en adelante, estará junto a él. Y ahora es feliz, porque Watanuki lo sabe. Además, nunca más habrán momentos de confesiones. El sigue siendo Doumeki.

Una última vez de rozar suavemente sus labios húmedos y separa sus bocas. Su lengua tiene gusto a Watanuki. Si tacto, su vista. Todo es Watanuki. El chico vuelve a hundir la cabeza en su hombro, pero esta vez no hay lágrimas de por medio. Acaricia su cabeza, y siente los labios de él rozando su cuello. No lo esperaba, y eso convierte el gesto en algo aún más maravilloso. Está agradeciéndole.

Lo abraza por última vez, transmitiéndole todo su calor. Luego lo suelta, levantándose lentamente. Watanuki deja caer sus brazos, deslizándolos por el pecho del otro hasta dejarlos sobre el suelo. Doumeki lo observa. Ve determinación en su mirada, y entiende que algo en Watanuki ha cambiado. Ya no llora, y una sonrisa de tristeza y agradecimiento adorna su rostro.

Doumeki lo ha hecho, lo ha logrado. Es todo lo que puede hacer, y aunque no es mucho está contento. Porque ahora Watanuki sabe que no tendrá que esperarla solo. No considera apropiado sonreír, así que Doumeki se contiene. Aunque probablemente Watanuki está esperando una sonrisa. Pero él es Doumeki, después de todo. Se da vuelta y comienza a caminar para salir de la habitación.

Gracias – Escucha a sus espaldas la suave voz de Watanuki. No se detiene, y no expresa de ninguna forma el haberle oído. Sale de la habitación.

Pero ahora si ha sonreído, sin poder evitarlo.

xxxholic

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